Hombre que mira el techo
 
 

Siempre hay una jornada fuera de serie

en que uno logra sentirse sereno

pero está lejos de ser una canonjía

ya que la serenidad no es el mejor

de los estados posibles e imposibles
 
 

hoy por ejemplo tomo distancia

con respecto a las cosas y a mi mismo

y no por eso echo al olvido

qué joda era qué bueno era

estar adentro del entrevero
 
 

después de todo la famosa

serenidad es una isla

autorizada comonó

y legal

aunque rodeada inexorablemente

por emociones clandestinas
 
 

todavía me siento un poco incómodo

en mis primicias de sereno

como quien entra en un traje nuevo

que tiene bajas las hombreras
 
 

pero el cuerpo y el alma son

animalitos de costumbres

mañana la incomodida

será menor y en pocos días

me habré habituado a estar sereno
 
 

eso me llena a veces de alegría

es claro que se trata de una alegría serena

y en consecuencia uno no sale a dar abrazos

ni pega gritos ni le canta al cielo

a lo sumo archiva caricias y otros prólogos

por estricto orden cronológico
 
 

también llega a invadirme el desconsuelo

pero se trata de un sereno desconsuelo

y por lo tanto nadie solloza

ni dice mierda

ni putea
 
 

sencillamente como un modesto mago

de rojo circo de domingo

o de feria

tomo los naipes del amor

los bajajo con parsimonia

y en las narices del viejo público

que es como hacerlo en mis narices

mágicamente los transformo

en nuevos naipes de amistad
 
 

lo único extraño viene a la noche

pues se presume que un sereno

ha de dormir serenamente

pero yo paso horas y horas

mirando el techo
 
 

o sea que

no sé hasta cuando estaré sereno

porque la calma ya no da abasto
 
 

hay que confiar y yo confío

que no hay mal que dure

cien años





                                                                                                   (Mario Benedetti)
 
 


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